miércoles, 14 de abril de 2010

Una familia 'cinturón negro'

Bernardo Romay, Noemí y Alma Romay, Pablo López y José Babío

Premio por su labor docente tras 35 años enseñando yudo, entre otros, a sus hijas

LA VOZ DE GALICIA

Autor: Fernando Molezún

Una familia cinturón negro

Da la sensación de que para entrar a formar parte de la familia Romay uno tiene que tener algún que otro campeonato ganado o, como mínimo, que el palmarés deportivo personal ocupe un par de folios. Da igual la disciplina, aunque, preferiblemente, que se trate de yudo. Y es que el cabeza de familia, Bernardo Romay, es una auténtica leyenda dentro de la práctica y la enseñanza de este arte marcial en la ciudad: «Es que él es la historia del yudo en A Coruña», apunta su yerno José Babío García, cinturón negro y licenciado en INEF. Pero esperen a conocer al resto de la dinastía.

La hija mayor, Noemí, es profesora de Educación Física en las Esclavas y fue campeona de España infantil de yudo. Su hermana pequeña, Alma, dirigió su vida profesional por otros derroteros: es técnico superior de laboratorio, pero, cómo no, también luce cinturón negro en la cadera. Y Pablo López Vidal, casado con Noemí, no tiene más cinturón que el que le aguanta el pantalón, pero sus méritos deportivos vienen por el llamado deporte rey: este jugador del Montañeros fue campeón de España juvenil con el Dépor. Y queda el pequeño Daniel, hijo del anterior, que con solo dos años ya da volteretas por el tatami y cambia el balón de pie. Habrá que ver por qué se decide. Escapa del medallero familiar la mujer de Bernardo, Mari Nieves, «que en el cinturón no tiene ningún Dan, pero sí mucho don de mando», bromea su marido. Se hace valer en este caso aquello de Dios los cría... «Es que el deporte te da unos valores, unas inquietudes y un modo de ver el mundo concreto. Y compartes esas inquietudes con gente también deportista. Aunque yo a mi marido realmente lo conocí en el colegio», recuerda Noemí.

La explicación de tanta pasión por el deporte concentrada en un mismo apellido hay que buscarla en el progenitor. Hace 35 años, Bernardo fundaba en la ciudad el que sería el primer gimnasio especializado en yudo: «Mi primer kimono estaba hecho con la tela de un saco de azúcar. ¿De dónde lo iba a sacar?», recuerda.

Vocación docente

«Aprendimos a andar sobre el tatami», explica Alma. Por Judo Club Coruña han pasado miles de chavales y no tan chavales a los que Romay -como todo el mundo le llama en el gimnasio- educó más allá de lo físico: «No es solo deporte, es arte, es el sentido ante la vida», matiza. Sus métodos didácticos son ahora aplicados por infinidad de alumnos suyos que ya son maestros: «Yo a los niños les digo que los voy a hacer invencibles. Y lo hago. En cuanto aprenden a ganar, pero también a perder. Saber superar una derrota es lo que te hace invencible».

Esa vocación por la enseñanza ha hecho que, a pesar de contar con 34 campeones de España y dos olímpicos entre sus pupilos, Romay disfrute especialmente con los más pequeños: «Por sus manos pasan desde chavales de cuatro años a campeones nacionales. Es como si Guardiola estuviese enseñando a manejar el balón a los niños después de cada entrenamiento del Barça», apunta Pablo. Esta dedicación será reconocida el próximo fin de semana por la Federación Gallega de Judo, que otorga a Romay el premio a mejor profesor en un congreso que se celebrará en Oia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu opinión. Siempre será valiosa para que sigamos creciendo. Sé claro y procura ser constructivo

Código de seguimiento