sábado, 6 de noviembre de 2010

El Diario LAS PROVINCIAS califica a Isabel Fernández como la reina del tatami

Isabel Fernández es una de las alicantinas más universales gracias a sus grandes logros en yudo y ahora defiende desde la barrera ésta y otras disciplinas en el Consistorio de Alicante


Isabel Fernández, (Alicante, 1972). Nació en la clínica del Perpetuo Socorro, sus padres vivían en Torrellano, es la número cuatro de una familia de cinco hermanos, tres chicos y dos chicas. Su infancia fue feliz, según me dice. «Vivíamos en una casa en las afueras y lo pasábamos muy bien jugando y corriendo por el campo». En el colegio, cuando estaba en segundo de EGB, tuvo un profesor argentino, Romualdo, que le dijo que tenía condiciones para el yudo, «a mí me gustaba también el balonmano, pero probé y a los siete años comencé a practicarlo».
Al final tuvo que elegir entre los dos deportes, «elegí yudo porque dependía más del esfuerzo personal, no del equipo, era yo misma la que debía estar preparada». Y se debió preparar muy bien porque a los quince años era campeona de España junior y las competiciones no paraban de sucederse.
Entre Elche y Alicante se decidió por esta última y estudió el Bachillerato en el instituto Figueras Pacheco, «me vino muy bien porque así, a la salida me iba a entrenar al J. C. de Alicante». En los estudios universitarios le fue de otra manera, «comencé Empresariales, pero no era lo mío, luego pasé a Sociología pero no acabé», lo cuenta con un poco de resignación, «quizás me equivoqué, la formación de una persona es muy importante para la vida», pero su participación, en esos momentos, ya en la alta competición, se lo iba a hacer imposible.
Y le cambia la cara, a felicidad, porque hablamos de las Olimpiadas, «las de Atlanta fueron las primeras y conseguí una medalla de bronce», el ex boxeador Cassius Clay, o Muhammad Alí, encendió el pebetero y no se le olvida a Isabel como le temblaban las manos al hombre. Pero para emociones fuertes las de Sydney en el año 2000. Allí consiguió el oro, «era lo que me faltaba, la aspiración más grande de cualquier deportista», me cuenta que es muy difícil ser seleccionada para ir a unas Olimpiadas, cualquier problema menor les deja fuera, pero llegar allí y obtener un oro es lo máximo.
Sus experiencias son inagotables, «convives con los mejores deportitas del mundo, ves a Gasol o a Nadal y son personas excepcionales y a la vez muy humanas», también señala que en las Olimpiadas todos los deportes son iguales y todas las medallas de cualquier modalidad también.
En Atenas fue elegida como abanderada de la delegación española, «cuando me dieron la bandera fue una cosa excepcional, era la primera vez que la llevaba una deportista, el recorrido se pasó en un segundo con la emoción de ver a tantos españoles y a los Reyes y a mi marido que estaba allí». La anécdota es que no quería soltarla y cuando se la quitaron se puso a llorar de emoción, «me faltó una foto con mis compañeros», pero la organización fue inflexible. Obtuvo un quinto puesto que ya le supo a poco, aunque sea también una proeza llegar hasta ahí. Y por último en Pekín, después de quedar subcampeona del mundo en Brasil, un problema físico la dejó fuera en las primeras rondas.
A los treinta y seis años decide retirarse, «mi marido y yo queríamos tener un hijo y así lo decidimos». Isabel se había casado a los veinticinco años con quien iba a ser su entrenador, también del J. C. Alicante, «una persona que comprende la vida de un deportista y que renuncia a vivir de otra manera, menos salidas los fines de semana, viajes, concentraciones y todo lo que requiere la alta competición». Lo conoció a los doce años y llegaron, en edades tempranas, a competir frente a frente, «me ganó él», dice sonriendo.
Dentro de muy poco su hija Sara cumplirá un año. «Es lo mejor que me ha pasado», me dice, y se olvida de las medallas en ese momento.
Desde el año 2007 es concejal en el Ayuntamiento de Alicante, «me llamó Luis, al que conocía después de muchas veladas del deporte, me lo propuso y acepté». Primero estuvo en la Concejalía de Vivienda y ahora en Deportes, «es otra visión de la realidad deportiva, quieres llegar a todos y no siempre se consigue, pero se intenta, en tiempos de crisis es más difícil», le gusta esta actividad porque fomenta y divulga el deporte base. No sabe si repetirá, «de momento hasta mayo yo sigo trabajando».
Después de ganar dieciocho kilos con su embarazo se propuso perderlos, «no me había planteado nada en serio, solo recuperar mi peso» y en mayo pasado se puso a entrenar por las tardes. En agosto viajó a Miami a una competición y decidió salir, «el kimono de competición me sentó fenomenal» y tanto, obtuvo un bronce. Después fue en la ciudad inglesa de Birminghan donde obtuvo otro, en Rotterdam no pudo por otra pequeña lesión, así que le han venido las dudas, a sus treinta y siete años, de si prepararse o no para ir a Londres, a las próximas olimpiadas, «tengo que probarme en una alta competición y decidiré, antes no, si voy será porque tengo posibilidades», afirma rotunda.
Me cuenta que el yudo es un deporte de contacto entre dos personas que usan unas determinadas técnicas pero, «para mí el yudo ha sido todo, me lo ha dado todo, ha sido mi vida», así ha conocido a su marido, a sus amigos, a grandes deportistas, otras culturas, ciudades y ha realizado sus mejores sueños.
Pero Isabel también ha dado, sobre todo, ilusión a muchos cuando la hemos visto enzarzada en la lucha, con ella el yudo dejó de ser oriental para ser algo muy nuestro y, conociéndola ahora, no me extraña.

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